Black Mirror: White Christmas


Que Charlie Brooker nos tenga sin tercera temporada de Black Mirror tanto tiempo debería ser denunciable. Menos mal que estas Navidades se ha sacado de la manga este especial de 90' con 3 mini historias que forman parte de una macro historia para quitarnos un poco la espinita clavada. Nadie como Brooker para diseccionar lo que podría ser nuestro futuro más cercano a través de nuestra adicción a las redes sociales y la creciente tecnificación que estamos sufriendo. Y si creéis que el futuro es dorado y lleno de unicornios con bien de purpurina, no podríais estar más equivocados. Los relatos de Brooker no dejan lugar al final feliz ni al acomodarse en aquella frase que decía que la tecnología traería la felicidad. Sí, puede que todo sea más fácil en la vida de los protagonistas pero siempre hay un precio que pagar. Un precio aterrador que nosotros como espectadores hacemos nuestros porque al fin y al cabo, las historias de Black Mirror bien podrían pasarnos pasado mañana a nosotros. 

Y en este especial cuenta con protagonistas de lujo. Nada menos que Jon Hamm (el Don Draper de Mad Men), Natalia Tena (Juego de Tronos) y Oona Chaplin (hija de Geraldine, de los Chaplin de toda la vida).

Sin querer destripar el argumento en demasía, os aconsejamos que si sois de los que preferís enfrentaros a Black Mirror sin tener ni idea, dejéis de leer.

Atractivo hasta comiendo una tostada

¿Os acordáis de ese infierno telefónico de los 90 llamado Party Line? Bien, imaginaos el mismo principio con un multi chat en vídeo en el que al protagonista se le dan consejos sobre cómo actuar; en este caso sobre como ligar. Este es uno de los hobbies de Jon Hamm, que se las da de Dr. Amor en la primera historia que vemos. Pero esa no es su profesión sino que se dedica a dar asesoramiento a los clones de personas que, encerrados en un huevo, les ayudan a facilitarles la vida en un concepto de la domótica más parecido a la esclavitud que otra cosa. Ya nos habíamos quedado de piedra con aquel episodio en el que nuestros seres queridos fallecidos eran 'copiados' mediante los mensajes que habían posteado en las redes sociales pero aquí la cosa se torna en una esclavitud de lo más inhumana. Y es que los límites de la realidad (pun intended) se difuminan en esta segunda y en la tercera historia ya que no sabemos bien donde termina lo consciente y empieza el subconsciente y hasta dónde es lícito llegar. ¿Tortura sicológica dentro de tu propia mente? ¿Por qué no? 
¿Os imagináis poder bloquear a la gente, como hacemos en Twitter e Instagram? Pero bloquearlos en la vida real, de modo que ya no los veas, ya no los oigas y cualquier cosa que ellos hagan no te afecte. Algo que parece el sueño de muchos se convierte en pesadilla para el protagonista de la última historia de este especial. 

Todas estas historias forman parte de un todo mayor cuyo final nos deja tan mal cuerpo que, creedme, no querréis volver a oír un villancico en la vida. O hasta las Navidades próximas. 



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